Fueron tres meses, tres largos meses sin ver a Fernando. Lo extrañaba, mi mente lo extrañaba pero sobretodo mi cuerpo. Mi cuerpo anhelaba ferozmente volver a sentir su calor, volver a sentir su pecho contra el mío, piel con piel, su respiración en mi cuello, sus labios rozando mi abdomen, sus dedos recorriendo todo mi cuerpo y su mirada tan tierna pero al mismo tiempo tan penetrante.
Pero la espera había acabado, por fin nos volveríamos a ver. Es impresionante como un virus tan diminuto puede tener tanto poder sobre la gente y lograr un distanciamiento físico de meses, meses que se sienten años. Fernando y yo decidimos ser prudentes y esperarnos lo más posible… pero pasando los 3 meses decidimos que me iba a mudar temporalmente a su departamento porque empezábamos a tener algunos problemas gracias al distanciamiento y realmente nuestros cuerpos y mentes ya no soportaban más la distancia.
Me estacioné en el sótano, bajé la maleta de mi coche y comencé a caminar hacia el elevador. Mi corazón empezaba a palpitar muy fuerte y mis piernas se sentían ligeramente débiles. Me sentí adolescente otra vez, con los nervios de ver al niño que me gusta. Nunca nos habíamos dejado de ver tantos meses y mi cuerpo y yo lo sentíamos. Entré al elevador y pulsé el piso 5. Los departamentos donde vivía Fernando eran como un “piso”, es decir cuando se abría el elevador podías entrar directamente al apartamento. Cada departamento abarcaba un piso entero. Finalmente llegué, se abrió el elevador y lo vi. Mi corazón se paró y no me salieron las palabras. Di un paso dentro del departamento, solté mis maletas y corrí hacia él.
Fue el abrazo más largo y fuerte que hemos tenido. Sentía todo mi cuerpo temblar y fusionarse con el de él. La verdad perdí la noción del tiempo con ese abrazo. Me soltó, me vio directamente a los ojos, me sostuvo la cara y me dijo -Ven al cuarto, te compré algo-.
Entramos a su cuarto, la luz era tenue. Fernando se acercó al cajón de su buró. Lo abrió y sacó una caja negra. -Lo compré para ti-.
Abrió la caja y era un dildo vibrador, azul curveado… me quedé sin palabras y Fernando se acercó por detrás mío con el juguete y lo empezó a pasar por todo mi cuerpo. El juguete era suave, muy suave y comenzó a vibrar. Era una vibración leve. Nunca se había humedecida tan rápido mi vulva. Me volteé para agarrar la cara de Fernando y besarlo pero no me dejó. Me dijo -No, hoy mando yo. Quítate la ropa y acuéstate boca arriba en la cama-.
No entendía qué estaba pasando, Fernando nunca había tomado esta iniciativa, pero me gustaba. Le hice caso y me quité la ropa. En lo que me desvestía, él no movía la mirada de encima de mi, pero no estaba sonriendo, estaba serio, completamente serio y con sus ojos fijos en mí. Terminé de desvestirme y enseguida me dijo con una voz fuerte y seca -Acuéstate ya- y con su dedo señaló la cama al mismo tiempo que me lo decía. Me reí un poco pero le hice caso, me acosté. Se inclinó hacia mí, me agarró de las mejillas y me dijo de una forma muy seria -Si te vuelves a reír te voy a tener que castigar-.
Ahí estaba, acostada y vulnerable ante mi novio. Fernando rodeaba la cama y al mismo tiempo, con una mano acariciaba todo mi cuerpo y con la otra sostenía el juguete vibrador. Cuando llegó a la altura de mis piernas dejó a un lado de la cama el juguete y me dijo -Dobla tus rodillas-. Le hice caso y las doble, él las sostuvo con sus manos y las abrió.
-Me encanta verte abierta, así quédate-.
Me dejó ahí, acostada con las piernas abiertas y él se metió al baño. Me advirtió que no podía moverme ni tocar el juguete porque de lo contrario habría un castigo para mi. Unos 3 minutos después, salió del baño únicamente con ropa interior puesta. Se acercó a mí de frente y empezó a acariciar mis pies, subió hacia mis pantorrillas… las apretaba y cuando hacía eso yo sentía un cosquilleo en el estómago y en la vulva. Siguió subiendo hasta mis muslos, pasaba las manos por la parte de adentro y sentía un cosquilleo pero ahora en todo el cuerpo y eso ocasionaba que me moviera. Fernando me volteó a ver en el momento que me moví y me dijo con voz más fuerte y demandante -No te muevas- y me dio una pequeña nalgada en el costado de mis caderas.
Siguió acariciando mis muslos, subió por mi entrepierna para poder encontrarse con mi abdomen. Rodeaba mi ombligo con su dedo y con la otra mano rodeaba mis senos.
Yo gritaba por dentro que me tomara por completo los senos y me penetrara. La espera estaba acabando conmigo. Siguió acariciando alrededor de mis senos. Tomó el juguete que seguía vibrando y lo pasó por mis pezones. Sentí pequeñas y fugaces descargas eléctricas por mi cuerpo, no quería que parara, pero paró. Subió hasta mi cara, acercó su boca contra la mía y me dio un beso, pero no fue un beso normal, fue un beso con desesperación y fue un beso con un toque de agresión… me gustó. Me soltó y volvió a pararse frente a mi.
Acercó una de sus manos a mi entrepierna y la apretó, subió más y se encontró con mi vulva. La acariciaba por fuera una y otra vez. Daba pequeños golpes al clítoris pero luego se quitaba. Yo quería explotar, quería que me tomara entre sus manos y me penetrara como nunca, pero claramente como ya se lo imaginan, no lo hizo. Comenzaba a masajear ligeramente el clítoris. Para mí era sumamente excitante, no me podía mover por lo que lo hacía aún más estimulante. Masajeaba mi clítoris en círculos… acercó el dildo hacia mí y lo colocó encima de mi clítoris, sentí la vibración del juguete por primera vez y me fue imposible no moverme. Eso le molestó por lo que me tomó de la cadera, me volteó boca abajo y me dio una nalgada. -Te dije que no te puedes mover, si lo vuelves a hacer lo vas a sentir más fuerte-.
Me quedé sin aliento. Fernando me volvió a voltear boca arriba y volvió a abrir mis piernas. Acercó una vez más el juguete a mi clítoris mientras que la otra mano pasaba encima de mi orificio vaginal… yo anhelaba que metiera sus dedos dentro de mi. Pulsó un botón del juguete y las vibraciones se sentían más intensas, estaba intentando con todas mis fuerzas no moverme. Sentía calor en mis genitales, sentía un extraño hormigueo en mi cabeza y sentía como mi pelvis se quería acercar a él. Uno de los dedos que pasaba por el orificio vaginal se metió. Yo estaba completamente empapada, el dedo entraba y salía y el juguete paseaba por encima de mi clítoris. -Si te vienes te voy a dar más fuerte, así que contrólalo-.
Sacó su dedo de mi vagina y quitó el juguete de mi clítoris. Acercó su cara a mi vulva y empezó a lamerla. Yo quería abrazarlo, agarrarle la cabeza y acércalo a mí, voltearme y sentarme encima de él. Pero no podía moverme y sinceramente me estaba gustando el juego que estábamos jugando. En lo que lamía mi clítoris alcanzaba a ver como se estaba masturbando, verlo haciendo eso me prendió aún más. Le estaba excitando tocarme, lamerme y pensar en eso me excitaba a mí.
Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no venirme, cada lamida me acercaba más al orgasmo, pero yo quería seguir sintiendo todo lo que estaba sintiendo. Paró… -YES!- pensé. Se volvió a parar frente a mí, caminó hasta mi cabeza y acercó su pene a mi cara, yo sabía qué era lo que quería. Con mis dos manos tomé su pene y lo acerqué a mi boca. Él gemía y eso me seguía excitando, al mismo tiempo que yo le hacía oral, el se inclinó para alcanzar mi vulva y volvió a colocar el juguete sobre mi clítoris. Comenzó a bajar el juguete hasta llegar al orificio vaginal y empezó a penetrarme con el juguete. Empezó haciéndolo lento pero cada vez lo hacía más y más rápido. Yo sentía que iba a explotar, movía mi pelvis al ritmo del juguete y yo cada vez lamía su pene con más rapidez. Me pidió que parara y paré. Pero él seguía penetrándome con el juguete el mismo tiempo que caminaba para colocarse frente a mí.
-¿Te gusta?- me preguntó. Le contesté asintiendo la cabeza, ya no me salía la voz. Subió la intensidad de la vibración y me penetraba más y más rápido -¿Y así?- volví a asentir desesperada por que me penetrara con su pene. -Por favor ven- le insistí. Me ignoró y siguió con el juguete. Lo sacó de adentro de mí y lo volvió a colocar encima del clítoris. -Está prohibido que te vengas, cada vez que estés cerca me voy a quitar, así hasta que explotes, hasta que me ruegues-. En ese mismo instante le rogué, le pedí que por favor me cogiera… no quiso. Con una mano paseaba el juguete por mi clítoris y mis labios vaginales y con la otra mano pellizcaba ligeramente mis pezones, al mismo tiempo no me quitaba la mirada de encima. Volvió a meter el juguete, yo en verdad ya no sabía qué hacer. Estaba empezando a entrar en un estado de consciencia extraño, estaba demasiado excitada. Saqué fuerza de adentro de mí y grité -Fernando ya ven y cógeme!-. Apagó el juguete, jaló mis piernas hacía él y me penetró.
Me penetraba, una y otra vez, ambos notábamos la urgencia del otro en sentirnos, en fusionarnos. Agarró mis brazos y los colocó encima de mi cabeza. -No los muevas de ahí-
En lo que me penetraba comenzó a besar mis pezones, todo el seno. Yo estaba muy cerca del orgasmo, lo sentía dentro de mí, sentía como el calor cada vez era más intenso. -Vente ya- dijo Fernando -Pero cuando te vengas quiero que me veas-. Yo asentí con la cabeza y él continuó penetrándome, cada vez más rápido y cada vez más fuerte, como a mi me gustaba. Empecé a sentir un hormigueo en mis pies, esa sensación comenzó a subir por todas mis piernas, ya me era imposible moverlas. Sentía un placer incontrolable, sentía el orgasmo por debajo de mi cuerpo y cómo subía. Hasta que llegó el momento en el que no me pude mover. Lo vi fijamente a los ojos, así como me lo pidió. Segundos después él también se vino… nos seguíamos mirando. -Te amo- me dijo.
Mis piernas lo abrazaron.